Quedaría muy agradecido si Ud. me explicara de qué tratan la herejía arriana y la Teología de la Liberación, señaladas por la revista en varias ocasiones como enemigas de una sana doctrina católica.
La Iglesia Católica prolonga místicamente la vida de Nuestro Señor Jesucristo en esta tierra. Ella es su Cuerpo Místico y es el Emmanuel, o sea “Dios con nosotros”. Habiendo partido hacia el Padre, Él nos prometió: “No os dejaré huérfanos” (Jn. 14, 18), y: “Estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos” (Mt. 28, 20). Es normal, por lo tanto, que en la Santa Iglesia se reproduzcan no solamente las glorias del Salvador, sino también sus sufrimientos, persecuciones y traiciones. Fue un apóstol, Judas, quien vendió a su Maestro a los que lo querían matar. Y a lo largo de la historia son también malos discípulos de Cristo los que destruyen la unidad de la comunión y la integridad de la doctrina con sus cismas y herejías. Víctima del orgullo, el hombre tiene dificultad para aceptar las verdades de la fe tal como Dios las reveló y el Magisterio de la Iglesia las formuló. Sobre todo, su vanidad colisiona con aquellas verdades más sublimes y que están muy por encima de su capacidad de comprensión, pues Dios es infinito —“incomprehensibilis”, como enseña la teología— y el hombre es finito y mera criatura. De esa forma, el augusto misterio de la Santísima Trinidad, de un único Dios en tres Personas iguales y realmente distintas, ha encontrado fuerte oposición por parte de aquellos que se olvidan que “Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes les da su gracia”, conforme recuerda San Pedro en su primera Epístola (5, 5). Arrio, sacerdote hereje Fue así que, poco después del año 300 de nuestra era, un sacerdote de Alejandría, en Egipto, Arrio (250-336), comenzó a difundir una herejía negando que las tres Personas de la Santísima Trinidad son absolutamente iguales en cuanto a la naturaleza y coeternas. Él subordinaba el Hijo al Padre, considerándolo en cuanto a la naturaleza apenas semejante y no igual a la Primera Persona de la Santísima Trinidad, haciendo de Él un mero ser intermediario entre la divinidad y el mundo creado. ¡Dios Uno y Trino fue alcanzado por el heresiarca! Aún conforme a la fábula inventada por Arrio, Dios Padre habría impuesto a la Segunda Persona la probación de hacerse hombre, pero no en el sentido católico de Dios y Hombre verdadero. A pesar de la aberración de tal doctrina, por lo demás, envuelta en una humareda de afirmaciones indecisas y aspectos contradictorios, la herejía arriana se propagó como una llamarada, llegando casi a dominar todo el mundo cristianizado de entonces. Fue condenada por el I Concilio de Nicea (325), el primero de los Concilios Ecuménicos, y por varios otros concilios. Santos combaten la herejía arriana Los dos grandes héroes, entre muchos otros santos, en la lucha contra ese flagelo, fueron San Atanasio (293-373), obispo de Alejandría, y en Occidente, San Hilario de Poitiers (315-367).
Después de haber sido prácticamente derrotado, el arrianismo encontró resonancia entre los bárbaros germánicos y con la invasión de esos pueblos a los países de Europa y la zona norte del África, que componían en su mayor parte el Imperio Romano de Occidente, se volvió una nueva amenaza para la Iglesia. Obispo difunde la herejía En efecto, Ulfila, un obispo arriano que había ido a catequizar a tales bárbaros, consiguió lamentablemente que ellos pasaran del paganismo al arrianismo en su casi totalidad. Solamente después de mucho sacrificio y por la actuación de grandes santos, ellos mismos se convirtieron efectivamente al catolicismo y dieron origen a la magnífica Cristiandad medieval. En España, el arrianismo entre los visigodos duró más tiempo. San Hermenegildo, hijo del rey visigodo Leovigildo, se convirtió al catolicismo y fue martirizado por orden de su propio padre, en el año 585, por rehusarse a comulgar de las manos de un arriano. También en ese país fue decisiva la actuación del gran obispo de Sevilla, San Isidoro (560-636). Bajo forma mitigada, el arrianismo permanece hasta hoy implícito, al menos bajo algunos aspectos, entre los protestantes, especialmente por su rechazo a la Santísima Virgen en cuanto Madre de Dios: pues si Jesucristo no es verdaderamente Dios —¡arrianismo!— y hombre, María Santísima no es Madre de Dios y no ejerció entonces una participación excelsa en la obra de la Redención, lo que es contrario a la fe. La «Teología de la Liberación» Bajo el astuto rótulo de Teología de la Liberación se designa a una amalgama de errores de los más disparatados en materia de teología, filosofía, sociología, economía, etc. Ella es fruto de los errores teológicos y filosóficos que penetraron en la Iglesia a fines del siglo XIX y que fueron condenados por San Pío X (Papa de 1903 a 1914) bajo la denominación de modernismo. Tales errores pretendían adaptar a la Iglesia y al pueblo fiel al espíritu y a los errores del mundo y de la vida “moderna”, los cuales buscan satisfacer el orgullo y la sensualidad dejados en el corazón humano por el pecado original. Las nefastas consecuencias de la infiltración de esos errores en los medios católicos —mucho antes del surgimiento de la Teología de la Liberación— fueron denunciadas por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, en 1943, en su libro En defensa de la Acción Católica, y posteriormente en otras obras, particularmente La Iglesia ante la escalada de la amenaza comunista – Llamado a los obispos silenciosos, publicado en 1976. Marxismo místico En síntesis, la Teología de la Liberación es una especie de marxismo místico, que transforma al pobre (más propiamente al revolucionario, al que ella designa como pobre) en el verdadero redentor de la humanidad, y a la lucha de clases, en el medio de redimir al hombre.
Por razones estratégicas y también circunstanciales, ese error fue difundido sobre todo desde América del Sur (Brasil, Perú y Chile, principalmente, y después, Nicaragua, en Centroamérica), pero sus laboratorios poco tienen que ver con nuestro continente. Sus próceres, como el ex fraile franciscano Leonardo Boff, en Brasil, que abandonó el sacerdocio y la Iglesia, o el padre Gustavo Gutiérrez, en el Perú, y sus demás corifeos, tuvieron una formación de tipo europeo y realizaron cursos en el Viejo Continente. Sus mentores son especialmente progresistas alemanes y franceses marxistas o filo-marxistas. Para escapar de la severa crítica recientemente exteriorizada por la Santa Sede, los adeptos de la Teología de la Liberación se escabullen diciendo que: lo que fue condenado por la Iglesia fue una caricatura de esa doctrina, pues la Teología de la Liberación jamás habría intentado integrar al marxismo y al cristianismo. Realmente, son términos contradictorios según las palabras de Pío XI, repetimos nosotros. Teología de la Liberación: fuera de moda En todo caso, el rótulo Teología de la Liberación está un poco fuera de moda, al menos para el gran público, aunque continúe haciendo sus estragos en ambientes como seminarios, las CEBs (Comunidades Eclesiales de Base) y otros sectores dichos “progresistas” de la Iglesia Católica en nuestros días. Para darse un aire de actualizada, la Teología de la Liberación está caminando hacia un ecologismo radical, pero sin abandonar la lucha de clases. Muy por el contrario, basta ver al MST (Movimiento de los Sin-Tierra) o de los Sin-Techo, que están estableciendo en el Brasil un proceso insurgente con el apoyo de obispos y clérigos de esa corriente, mediante líderes formados en los movimientos católicos impregnados por la Teología de la Liberación.
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