Santoral
Santa Maravillas de Jesús
Fiel hija espiritual de Santa Teresa de Ávila en su amor a la Religión y a la Orden Carmelitana, la madre Maravillas de Jesús, carmelita descalza, luchó tenazmente en el siglo XX para que permanezcan intactas las reglas, los usos y costumbres legados por la gran santa de Ávila, reformadora del Carmelo.
Fecha Santoral Diciembre 11 Nombre
Lugar Aldehuela - Madrid
Vidas de Santos Santa Maravillas de Jesús

Dos fotografías de la santa; a la izquierda, poco antes de entrar en el convento


Fiel hija espiritual de Santa Teresa de Ávila en su amor a la Religión y a la Orden Carmelitana, la madre Maravillas de Jesús, carmelita descalza, luchó tenazmente en el siglo XX para que permanezcan intactas las reglas, los usos y costumbres legados por la gran santa de Ávila, reformadora del Carmelo. Su fiesta transcurre el día 11 de noviembre.


Plinio María Solimeo


María Maravillas Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el día 4 de noviembre de 1891, hija de Luis Pidal y Cristina Chico de Guzmán y Muñoz, marqueses de Pidal. Su padre ejerció los cargos de ministro de Fomento, embajador de España ante la Santa Sede y presidente del Consejo de Estado.

Los marqueses de Pidal eran muy religiosos y dadivosos, rezaban el rosario diariamente en familia y cumplían con la mayor exactitud sus deberes de estado. En un ambiente familiar así, Maravillas se sintió desde niña predispuesta a la virtud. Por lo demás, se beneficiaba de la buena influencia de su abuela materna, Doña Patricia Muñoz Domínguez, piadosa y austera, con quien compartía la habitación.

La Madre Maravillas de Jesús señalaba que sintió el llamado divino para la vida religiosa con el despertar de la razón. A los cinco años de edad, hizo voto de castidad. Diariamente iba con su abuela a la Santa Misa y, a pesar de su deseo, no podía hacer la primera comunión sino después de los diez años de edad, como era costumbre en la época. Después dirá a su director espiritual: “El día de mi primera comunión fue felicísimo. Sólo hablé con el Señor de mis anhelos de que llegase el día de poder ser toda suya en la vida religiosa”.1

Ardiente deseo de consagración a Jesús

Por entonces, fue recibida como hija de María. La adolescente escribió en la primera página de su manual francés, también en ese idioma: “Maravillas, ¡hija de María! Oh Santa Madre de Dios, dadme un corazón ardiente para desear a Jesús; un corazón puro para recibirlo; un corazón constante para no perderlo jamás”.

En 1913 muere su padre, y el mes siguiente su abuela materna. Como sus hermanos ya se habían casado, le tocaba a Maravillas quedarse con su madre, lo cual hacía más difícil su ingreso al convento.

Años más tarde, yendo a pasar una temporada con su hermano y cuñada en Torrevalega, fueron hasta Covadonga, donde Maravillas suplicó fervientemente a la Virgen allí venerada que le concediese la gracia de entrar cuanto antes en un carmelo. Nuestra Señora la oyó. Poco después, tanto su director espiritual como su madre le concedían el esperado permiso. Entró en el carmelo de El Escorial el día 12 de octubre de 1919. ¡La obediencia la hizo esperar hasta los 27 años para consagrarse por entero a Jesús!

El Cerro de los Ángeles y el nuevo carmelo

En junio de 1911 se realizó en Madrid el Congreso Eucarístico Internacional. Como conclusión del mismo, fue organizado un acto de consagración de España al Corazón de Jesús Sacramentado. Algunos católicos fervorosos tuvieron la idea de erigir un monumento al Divino Corazón en el Cerro de los Ángeles, ubicado a 14 kilómetros de la capital, solemnemente inaugurado el 30 de mayo de 1919, con la presencia de toda la familia real y los ministros, habiendo entonces el joven rey Alfonso XIII leído el acto de consagración.

Sin embargo, por no contar con un buen camino de acceso, el monumento fue cayendo en el olvido. Cierto día Nuestro Señor, por medio de inspiraciones interiores, comunicó a la entonces hermana Maravillas su deseo de que fuese edificado un carmelo en aquel lugar, para velar por el monumento e inmolarse por España. De manera similar inspiró a otra monja del mismo convento a secundar a la hermana Maravillas en aquella empresa.

Las carmelitas el día de la inauguración del monumento en el Cerro de los Ángeles

Después de mil y una dificultades, las dos religiosas con su antigua Maestra de Novicias y una novicia fundaron el carmelo en el Cerro de los Ángeles. Este prosperó rápidamente, habiendo recibido muchas vocaciones. La hermana Maravillas, a pesar de haber hecho los votos solemnes no hacía mucho tiempo antes, fue designada Maestra de Novicias, y poco después priora del nuevo carmelo.

Enfrentando a la revolución de 1936

Era necesario un pulso fuerte para enfrentar la tormenta que se avecinaba, y que resultó en una de las más cruentas persecuciones a la Religión de la que se tenga noticia: la revolución comuno-anarquista de 1936 a 1938, que produjo un inmenso número de mártires.

No cupo a la madre Maravillas y a sus hijas espirituales, aunque lo deseasen ardientemente, dar la vida por la Fe. Fueron expulsadas del convento y pasaron un año en Madrid, manteniendo la vida de comunidad en un departamento, bajo constante riesgo. Hasta que ella y sus veinte religiosas, junto con algunos laicos que se les unieron, consiguieron salir de España para reingresar en ella, en una región no dominada por los comunistas. Así surgió el convento de Batuelas, donde se estableció la comunidad hasta la liberación del país del yugo rojo. Entonces, como había muchas aspirantes al carmelo, fue posible volver al Cerro de los Ángeles dejando una comunidad en Batuelas.

La Madre Maravillas, que en 1933 ya había enviado religiosas para la erección de un convento carmelita en Kottayan, en la India, fundaría aún diez otras casas en España. Envió también a monjas suyas para reforzar el carmelo de Ávila, donde había vivido Santa Teresa, así como otro en Ecuador.

Fidelidad heroica al espíritu de Santa Teresa

Mediante la Constitución Sponsa Christi, Pío XII propone a los religiosos la formación de federaciones de monasterios con noviciados comunes, madres federalas y religiosos para asesorarlas. Esto traía como consecuencia reuniones, visitas de los dirigentes de la federación, etc., lo cual alteraba mucho la vida de un convento de contemplativas como son las carmelitas. Y no se armonizaba con aquello que Santa Teresa había estipulado para sus carmelos, que debían ser comunidades autónomas y estables, con un número limitado de monjas, estricta clausura, etc.

La madre Maravillas, que no deseaba ninguna alteración en aquello que Santa Teresa les había legado, hizo lo posible para evitar cualquier modificación que alterara la voluntad de la gran reformadora del Carmelo. Consultó al General de la Orden, el R. P. Silverio de Santa Teresa, a quien ya conocía y con quien había tratado de la fundación del carmelo del Cerro de los Ángeles. Se dirigió al propio Secretario de la Congregación de los Religiosos, el sacerdote español Arcadio Larraona. Ambos concordaron con su punto de vista. Movilizó a todos los contactos que mantenía, tanto en el campo civil cuanto en el eclesiástico, a favor de su aspiración.

Para ella, se trataba de una verdadera batalla, en la cual tenía que usar de todos los recursos de la piedad, así como de la sagacidad, de la tenacidad y de su extraordinaria vitalidad.

Tenaz defensora de la Orden Carmelitana

En todo momento leemos en su correspondencia de la época las palabras milagro, salvar la Orden, y otras que exteriorizan sus profundas preocupaciones, así como su sensación de que se entraba en difíciles tiempos.

Así, cuando el embajador de España ante la Santa Sede, Fernando Castiella, le comunicó las buenas noticias al respecto de la marcha de sus gestiones en el Vaticano, ella escribió a la priora del Cerro el 5 de junio de 1954: “Esto fue un verdadero milagro. La Santísima Virgen quiso salvar su Orden”.2 En otra carta a la misma religiosa, tres meses después, afirmaba: “La Santísima Virgen en su Año Mariano[1954], nos va a salvar”. A ella también le había dicho anteriormente: “¡Madre Mía! ¡Cuánto tenemos que pedir a nuestra Santa Madre Teresa que libre a su Orden! La Santísima Virgen nos lo concederá”.3

El 4 de julio de 1956, escribió a Fray Víctor de Jesús María  O.C.D., canonista y Definidor General de la Orden: “Ya sé que V. Revma. no nos olvidará y pedirá muchísimo para que no permita el Señor que la Orden de su Madre sea tocada en nada. Ya no nos resta más que la oración, pero realmente es el arma más poderosa”.4

"El Priorito", imagen del Niño Jesús que la santa colocó como Prior del convento en el Cerro de los Ángeles

Resistiendo a los vientos de los nuevos tiempos

La cuestión se prolonga, sobre todo con el inicio del Concilio Vaticano II. En carta escrita en abril de 1967 al Prepósito General de la Orden, Fray Miguel Ángel de San José, dice ella: “La elección de V. Revma. nos llenó de alegría, y vimos como Nuestra Madre Santísima vela por su Orden, poniéndola en sus manos en estos tan difíciles y delicados momentos”.5

En la fiesta de San Miguel Arcángel, 29 de setiembre de 1967, vuelve a escribir a la misma persona: “Haga todo cuanto sea necesario para salvar la «Orden de la Virgen» en estos tiempos tan difíciles. Con la ayuda de Cristo, nuestro Bien, y de su Madre Santísima, no podemos dudar de que así será”.

El tiempo fue pasando, y uno de los decretos del Vaticano II, el Perfectae Caritatis, insistió en la propuesta de Pío XII, recomendando a las religiosas contemplativas la formación de federaciones, uniones o asociaciones, como un medio de ayuda mutua entre los monasterios. La Madre Maravillas ve en el número 22 del decreto la salida que buscaba. Recomienda ese ítem que “los Institutos y Monasterios autónomos promuevan entre sí (...) uniones, si tienen iguales constituciones y costumbres y están animados del mismo espíritu, principalmente si son demasiado pequeños”.6 Discernía ella una salida: para fundar una unión de carmelos (dos por ella fundados y algunos más que pidieron su admisión) sin tener que alterar en nada la vida de esos monasterios. La finalidad de tal asociación era la de que esos carmelos pudiesen ayudarse con facilidad, espiritual y económicamente, y hasta con las personas necesarias, sin salidas ni entradas, sin visitas ni visitantes, etc.

Realización del deseo de “no cambiar nada”

Después de muchas dificultades, tensiones y perspicacias de nuestra religiosa, finalmente Roma aprobó esa unión el 14 de diciembre de 1972, con el nombre de Asociación de Santa Teresa, siendo la madre Maravillas elegida como su presidenta por unanimidad, el 12 de marzo de 1973.

En una carta enviada a la madre Luisa del Espíritu Santo, priora de Arenas, el 22 de marzo de ese mismo año, la madre Maravillas muestra su alegría al mismo tiempo en que indirectamente señala sus principales conquistas: “Como ven, ya nos concedió el Señor esta gracia que le veníamos pidiendo, si ésa fuese su voluntad, y ya tenemos aprobada nuestra Asociación de Santa Teresa en España. Fue como un milagro que el Señor había hecho que la aprobasen tal como la habíamos pedido. Para nuestros conventitos todo eso no supone ninguna novedad, pues lo veníamos viviendo, con la ayuda del Señor, desde hace tantos años; pues es mucho (lo) que el Señor, poniendo en nuestra manera de vivir el sello y la aprobación de la Iglesia, parece decirnos, por el camino más seguro, que está contento con eso y que aprueba nuestros deseos de no cambiar nada, y que sigamos adelante por los mismos caminos que nuestra Santa Madre (Teresa) nos trazó. (...) De varios conventos nos piden para entrar en nuestra unión, pero por ahora nos parece que no conviene aumentar el número”.8

La madre Maravillas de Jesús murió el 11 de diciembre de 1974, siendo beatificada por Juan Pablo II en 1998, y por él canonizada el 3 de mayo del 2003.     


Notas.-

1. P. Rafael María López Melús  O.C., Nuestra Dulcísima Madre – La Virgen María en la vida y escritos de la Beata Madre Maravillas, Edibesa, Madrid, 2001, p. 50.
2 y 3. Id., p. 104.
4 y 5. Id., p. 105.
6. Paulo VI, Decreto Perfectae Caritatis — Sobre la adecuada renovación de la vida religiosa, 28 de octubre de 1965, n. 22.
7. P. Rafael M. López Melús, op. cit., p. 106.
8. Id., p. 107.



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Tesoros de la Fe N°48 diciembre 2005


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