PREGUNTA Quiero saber si, a la luz del Evangelio, es pecado mortal hacerse tatuajes en el cuerpo. Tengo ganas de hacerme un monograma con la inicial de mi nombre en una pierna, pero el miedo me ronda, pues dicen que me iría al infierno si acaso marcase mi cuerpo. RESPUESTA Un sacerdote no podría sino desaconsejar vivamente que se lleve adelante ese deseo. Pero los derechos de la verdad no pueden llevar a un sacerdote a afirmar pura y simplemente que un tatuaje como el descrito constituya de por sí un pecado mortal (en el supuesto que pueda ser hecho con la atención médica que evite un dolor desproporcionado y más aún una infección). Y aunque fuese pecado mortal, de ahí no se seguiría que la persona no pueda arrepentirse, confesar su pecado y así salvarse del Infierno. Quienes le afirmaron que se trataría de un pecado mortal, tuvieron la buena intención de impedir que una persona amiga cometa un acto contra la virtud de la sabiduría, pero cargaron un poco las tintas. Pero no por eso dejan de tener algo de razón. Pues un pecado contra la virtud de la sabiduría, incluso venial, puede ser el eslabón inicial de otros pecados contra la misma virtud u otras, que lleguen a paso acelerado hasta el pecado mortal. Y en ese camino, todo cuidado es poco. Nuestro Señor en el Evangelio ya advertía: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran” (Mt. 7, 13). La pregunta da ocasión para focalizar un aspecto de los pecados frecuentes en el mundo revolucionario de nuestros días, que no se acostumbra resaltar: son los pecados contra la virtud de la sabiduría. Todo lo que el hombre hace debe ser gobernado por la razón. El consultante debe pues preguntarse si su deseo de dibujar el monograma con la inicial de su nombre como tatuaje está de acuerdo con la virtud de la sabiduría, o no. Es de temer que quien tuvo ese deseo haya sido llevado a él porque “quedaría bien” en los ambientes que frecuenta. Pues evidentemente quien se hace un tatuaje en el propio cuerpo es para que otros lo vean. Ahora bien, ¿qué sentido tiene marcar la propia pierna con la inicial de su nombre? Finalidad práctica, no parece haber ninguna, pues la persona que piensa hacer eso ciertamente no está imaginando que pueda sufrir un accidente de aviación y que el tatuaje serviría para que reconocieran su cuerpo... Pensamiento tan tétrico no le habrá pasado por la cabeza. ¿Tendría tal vez una finalidad estética? Así lo piensan, mientras vivan apartados de la sabiduría de la Iglesia, los indígenas que tienen la costumbre de practicar tatuajes. Y aquí queda más evidente la falta de sabiduría que implica esta práctica, ¡tanto más cuando es adoptada por una persona civilizada! Marca, verdaderamente indeleble, que ni el tiempo ni la eternidad borrarán, es la del “carácter” impreso en el alma por los sacramentos del bautismo, de la confirmación o del orden sagrado.
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