Una historia de esperanza para nuestros tiempos James Bascom En el año 636, una pequeña embarcación sin velas, remos y marineros flotaba dentro del puerto de Boulogne-sur-Mer, una encantadora ciudad portuaria en el canal de la Mancha, al norte de Francia. Cuando los pobladores se reunieron alrededor de aquella embarcación, descubrieron que contenía una imagen de madera de la Santísima Virgen llevando en su brazo izquierdo al Niño Jesús. Ella tenía un aire de majestuosidad divina, aunque calmada y maternal. La imagen fue llevada solemnemente a la capilla, y el recién consagrado templo de Notre Dame de Boulogne se convirtió en uno de los más conocidos y visitados santuarios en la Cristiandad. Su festividad es el 20 de febrero, pero localmente se celebra en Boulogne el 22 de octubre. Los cronistas medievales escribieron sobre muchos de los milagros de Nuestra Señora de Boulogne. Una crónica de la vida del rey de Francia, san Luis IX, incluye varias referencias a curaciones milagrosas obtenidas por su intercesión. Ella era especialmente poderosa para los marineros y las embarazadas. La invasión inglesa En 1544, llegó el desastre a Boulogne-sur-Mer. Enrique VIII, rey de Inglaterra, le declaró la guerra a Francia y envió una flota con 47,000 hombres a través del Canal. Una de las primeras ciudades que atacó fue Boulogne, sitiándola el 18 de julio. Aunque era una ciudad amurallada con fuertes defensas, Boulogne era guarnecida apenas por 2,000 soldados. La ciudad se rindió el 14 de setiembre de 1544. El ejército protestante invasor saqueó la ciudad. Imágenes, altares, reliquias de santos y otros objetos sagrados fueron cortados en pedazos y quemados en las calles en una orgía de odio a la fe católica. Lo peor de todo fue que la imagen de Nuestra Señora de Boulogne fue arrastrada afuera de la iglesia, escarnecida e insultada, y llevada hacia Inglaterra como trofeo de victoria. Transformaron el Santuario mariano medieval en armería. Los ingleses finalmente entregaron Boulogne el 25 de abril de 1550, y poco después devolvieron la imagen. La iglesia y la ciudad fueron reconstruidas y restauradas en las siguientes décadas y el santuario de Nuestra Señora recuperó gran parte de su esplendor original. Los ofensiva hugonote El mismo virus revolucionario que había infectado Europa se preparaba para una rebelión sangrienta y una guerra civil religiosa en Francia con los hugonotes, la secta protestante francesa.
Durante la noche del 11 de octubre de 1567, cientos de soldados hugonotes irrumpieron en secreto dentro de la iglesia de Nuestra Señora de Boulogne. Destrozaron la iglesia y arrancaron la imagen milagrosa. Atándole una soga al cuello, la arrastraron por las calles enlodadas hasta que llegaron a la entrada principal de la ciudad vieja. Allí, se burlaron y blasfemaron de ella. Pero cuando trataron despedazar la imagen de Nuestra Señora, una fuerza milagrosa la protegió. La golpearon una y otra vez con espadas y martillos, pero la imagen, como si fuera de acero, no sufrió daños. El milagro enfureció a los protestantes aún más, y la arrojaron a una gran hoguera. Una vez más, la imagen fue milagrosamente protegida y salió intacta de las llamas. Los hugonotes la llevaron fuera de la ciudad y la arrojaron a un pozo. Para el año siguiente, el orden ya estaba restablecido en la ciudad portuaria. Una católica del lugar, sabiendo dónde se encontraba la imagen milagrosa, la recuperó en secreto y se la llevó a casa. El 26 de setiembre de 1607, ante las aclamaciones de una gran multitud de fieles, la Madre de Dios volvió a entrar solemnemente en Boulogne. La devastación de la Revolución Francesa La Revolución Francesa empezó en 1789 con trágicas consecuencias para Francia y para Nuestra Señora de Boulogne. El 10 de noviembre de 1793, luego de que los revolucionarios en Boulogne terminaron de celebrar en lo que previamente era una iglesia la llamada “Fiesta de la diosa Razón”, empezaron una orgía de destrucción. Llenos de odio hacia la fe católica, amontonaron numerosas imágenes, pinturas, paramentos y reliquias en la plaza de la ciudad y destruyeron todo en una hoguera gigante. Una chusma armada de picas y vociferando la Marsellesa, arrastró a Nuestra Señora de Boulogne a la plaza principal. Los sans-culottes pusieron un gorro frigio rojo —símbolo de la Revolución Francesa— en la cabeza de la imagen y comenzaron a burlarse de ella y proferir blasfemias. Cuando se cansaron de ello, la quemaron en una gran hoguera, bailando como salvajes para celebrar la victoria de la “razón” sobre la “superstición”.
Nada satisfechos con la destrucción de la imagen milagrosa, en 1798, el gobierno revolucionario demolió completamente el santuario. La devoción a Nuestra Señora de Boulogne, quien por más de once siglos sirvió como símbolo del amor mutuo entre el pueblo francés y la Madre de Dios, llegó a su fin. ¿Habrá sido así? ¿Nuestra Señora abandonó a la Francia que la abandonó? O, viendo a sus hijos hacer penitencia y regresar a la fe verdadera, ¿haría ella un Gran Retorno tal como lo había hecho luego de los desastres previos, primero bajo los ingleses y luego bajo los hugonotes? Una nueva imagen, un nuevo santuario Poco después del final de la Revolución, los católicos de Boulogne decidieron hacer una copia de la imagen original tal como la recordaban, y la devoción a Nuestra Señora de Boulogne recomenzó una vez más. El padre Benoit-Agathon Haffreingue, un sacerdote de Boulogne-sur-Mer, decidió reconstruir la iglesia en ruinas. El 1º de mayo de 1827, puso la primera piedra del nuevo santuario, el cual fue terminado treinta y nueve años después, el 24 de agosto de 1866. Cientos de miles de peregrinos afluían a Boulogne cada año. La devoción a la Virgen de Boulogne superó lo que había sido incluso antes de la Revolución Francesa. Francia y Europa tenían mucho más sufrimiento por delante. La Guerra Franco-Prusiana y la Primera Guerra Mundial devastaron absolutamente Francia. Sin embargo, fue durante la Segunda Guerra Mundial que Nuestra Señora de Boulogne obró el mayor de sus milagros: el Grand Retour, o el “Gran Retorno”. Orígenes del “Grand Retour” A mediados 1938, Boulogne hospedó un congreso mariano. Para preparar a los fieles para este evento nacional, dos sacerdotes decidieron hacer cuatro copias de la imagen original de Nuestra Señora de Boulogne y las llevaron en un gran recorrido a los pueblos y parroquias de la diócesis. Llamado el “camino ardiente”, fue un éxito muy superior a las expectativas. En diez semanas las cuatro imágenes recorrieron más de 2,414 kilómetros e hicieron 466 paradas en parroquias. Después de la clausura del congreso mariano, algunos clérigos liderados por el padre Gabriel Ranson SJ, decidieron continuar este “camino ardiente” de la Santísima Virgen por toda Francia hasta el próximo congreso, que se realizaría a mediados 1942 en Le Puy, al sur del país. Entre fines de 1939 y la primera mitad de 1940, él y un puñado de jóvenes laicos llevaron a Nuestra Señora de Boulogne al noreste de Francia donde visitaron muchas parroquias, como también, campos de batalla de la Primera Guerra Mundial.
Cuando la Alemania Nazi invadió Francia el 10 de mayo de 1940, la Virgen se encontraba en Reims. La guerra detuvo inmediatamente sus viajes y la imagen fue escondida en un monasterio trapense para mantenerla a buen recaudo, donde permaneció por espacio de dos años. Sin embargo, los católicos clamaban para que la Virgen de Boulogne se uniera al congreso como se planeó originalmente. Entonces, a mediados de 1942, ella continuó su trayecto a través de Francia en dirección a Le Puy. Después de un exitoso congreso, Nuestra Señora de Boulogne continuó su recorrido hasta Lourdes. Allí llegó el 7 de setiembre de 1942, en la víspera de la Natividad de la Santísima Virgen, y fue recibida por una enorme multitud de peregrinos. Con su entrada triunfal en Lourdes, parecería que el gran recorrido de la Virgen por Francia había llegado a su fin. Precisamente en ese momento, el Papa Pío XII dirigió una súplica a la Madre de Dios. El 8 de diciembre de 1942, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, el Sumo Pontífice consagró el género humano al Inmaculado Corazón de María. Al año siguiente, el 28 de marzo de 1943, los obispos franceses renovaron solemnemente esta consagración. Este día fue también el comienzo de lo que llegó a ser conocido como el Grand Retour de la Virgen de Boulogne. Comienza el “Grand Retour” El obispo de Tarbes, en cuya jurisdicción se encuentra Lourdes, tuvo la idea de enviar la imagen de Nuestra Señora de Boulogne en peregrinación a las parroquias de su diócesis. En cada una de ellas, los fieles renovarían la consagración al Inmaculado Corazón de María. Después de haber recorrido su diócesis y otras a lo largo de Francia, la imagen haría su retorno final a Boulogne, de ahí el nombre de “Gran Retorno”. La acogida fue tan grande que los organizadores decidieron enviar las cuatro réplicas a toda Francia en diferentes itinerarios. Con la carta de aprobación del Papa Pío XII en mayo, las cuatro imágenes empezaron su gran recorrido por Francia, el cual continuó sin detenerse durante cinco años seguidos. Cada imagen viajó junto a un grupo de aproximadamente una docena de hombres jóvenes, todos voluntarios, dirigidos por dos o tres sacerdotes. Colocaron la imagen en un carro muy simple que hombres jalaban durante todo el recorrido de pueblo en pueblo. Estos hombres y la multitud entera a menudo iban en procesión descalzos en espíritu de penitencia. Cuando la Virgen llegaba a la parroquia del lugar, una guardia de honor la cargaba adentro de la iglesia. El sacerdote predicaba un sermón sobre Nuestra Señora de Boulogne y sobre el significado del Grand Retour y se oían confesiones.
Luego, empezaba la vigilia que duraría toda la noche en la que los lugareños acompañaban una, y no rara vez, más horas. A la medianoche, empezaba la Misa. Cada persona recibía una copia de la Consagración al Inmaculado Corazón de María del Papa Pío XII. Los presentes rezaban la consagración en voz alta y cada uno de ellos la firmaba y la colocaba a los pies de la Virgen, junto con otras intenciones escritas. Con la Segunda Guerra Mundial en curso, las intenciones frecuentemente eran peticiones simples por el regreso a salvo de un padre, esposo, hermano o hijo, de un campo de prisioneros o de trabajos forzados en Alemania. Muchos pedían por la conversión de algún miembro de la familia. Todos le pedían a la Santísima Virgen que salvara a Francia. La vigilia nocturna continuaba hasta la mañana siguiente. Al amanecer, el sacerdote celebraba una Misa de despedida. Una gran multitud de lugareños se reunía una vez más para escoltar a la Virgen durante todo el camino hasta el próximo pueblo, donde una gran concurrencia de fieles ya estaba reunida, y la secuencia comenzaba de nuevo. Conversiones, penitencia, gracias Lo más notable sobre el Grand Retour fue la extraordinaria avalancha de gracias, especialmente de conversiones y penitencia. Miles y miles de ateos, comunistas, francmasones y católicos alejados se convertían en el acto cuando veían a la Virgen entrar a sus pueblos. Un obispo describió el efecto sobre los fieles: “El paso de Nuestra Señora en mi diócesis es el evento religioso contemporáneo más extraordinario de nuestros tiempos, y el más significativo. Multitudes de personas se levantaron motivadas y entusiastas. De hecho, los confesionarios y los comulgatorios fueron asediados durante las vigilias santas, mientras que el rezo de los misterios del rosario mantenía a los fieles rezando en las iglesias. En algunas parroquias, hubo impresionantes conversiones como nunca antes fue visto en las misiones”.1 Los párrocos también dieron testimonio del efecto del Gran Retorno. “Yo estaba un poco inquieto sobre la bienvenida que le daría a Nuestra Señora mi muy indiferente parroquia. La gente de mi entorno decía que la bienvenida iba a ser mediocre… A tres kilómetros de Nantiat, vemos a la delegación de nuestra parroquia, mi parroquia. Y me conmoví hasta las lágrimas cuando vi qué tan grande era: hombres y jóvenes, mujeres; la multitud entera no dudó en arrodillarse en el suelo húmedo, con los brazos en forma de cruz, para saludar a nuestra ilustre Visitante… Realmente la Santísima Virgen ha enviado una brisa de gracia a una comunidad no muy religiosa”.2 Otro prelado atestiguó: “El sábado pasado, alrededor de las 2 pm, la Virgen llegó a la parroquia de Basville. Sin duda, por siglos o tal vez incluso desde el comienzo del mundo, ningún rey, o reina, o princesa más noble o poderosa nos había visitado. Verdaderamente, esta tarde fue al menos un retorno al Cristianismo, una conversión general, un llamamiento de mi pueblo a nuestra Madre y Reina… Sí, creo que si los obispos nos mandan una Virgen cada año, en diez años el pueblo de Francia se convertirá a Jesucristo por María”.3
Un observador escribió lo siguiente: “Es como la atmósfera en Lourdes. Nos atreveríamos a decir que es más fuerte que Lourdes en cierto sentido. El peregrino de Lourdes es trasplantado fuera de su elemento a un ambiente que está tan impregnado con lo sobrenatural que nada le parece difícil, ni el rosario en su mano, ni el rezo con los brazos en forma de cruz, ni arrodillarse en la tierra. Estos gestos de fe, Nuestra Señora de Boulogne nos lo lleva a hacer donde vivimos, en nuestras calles, bajo las atentas miradas de nuestros vecinos, de personas que conocemos. Ya no nos preocupa lo que piensen, y ellos no se atreven a reír o a criticar”.4 Cuando el Grand Retour llegó a Marsella, pasó por un barrio conocido por su apoyo al comunismo. Mientras ella pasaba por un bar en el cual algunos comunistas se reunían, varios de ellos salieron para investigar la conmoción. El paso de la Virgen blanca tuvo tal efecto en ellos que se convirtieron en el acto y se unieron a la procesión. En algunas ciudades como Verdun, Beauvais y Reims, asociaciones de las que se hacen llamar “librepensadores” trataron de organizar manifestaciones en contra de las visitas programadas de Nuestra Señora de Boulogne. En cada caso su plan les salió “el tiro por la culata”. Tanta gente acompañó a la Virgen y tan pocos “librepensadores” se presentaron, que hizo que se vieran ridículos. En Reims, luego de una gran campaña de propaganda, los “librepensadores” solo pudieron juntar a doce personas contra los 35,000 que acudieron por la Santísima Virgen.5 Retorno a Dios, a la Iglesia, a la fe medieval Un monje benedictino que tuvo un rol en el Grand Retour, el padre Jean-Marie Beaurin, publicó en 1945 un libro titulado El Arca de Nuestra Alianza. Describió al Grand Retour como un movimiento profético y comparó lo que estaba pasando en la nación francesa con la apostasía, el sufrimiento y la conversión de los judíos en el Antiguo Testamento. Después de la abominación de la desolación, la ingratitud, las declaraciones de los Papas y las apariciones de la Santísima Virgen y, finalmente la ira de Dios, Francia estaba regresando a la fe de Clodoveo, san Remigio, san Luis y santa Juana de Arco. Este renacer de la fe que siguió al Grand Retour no fue de un catolicismo impregnado de espíritu moderno. El padre Beaurin describió el espíritu del Grand Retour como un renacer de la fe medieval y del espíritu de las cruzadas. El obispo Paul Rémond de Niza afirmó lo siguiente sobre el Grand Retour: “No es un cortejo triunfal, compuesto de procesiones o de manifestaciones grandiosas… Es mucho mayor que eso: el Gran Retorno es un testimonio de afecto filial y de agradecimiento a nuestra benefactora en el cielo. Es una misión de paso, una cruzada de conquista”. Poco después que terminó la Segunda Guerra Mundial, el Gran Retorno empezó a difundirse por el mundo, a Italia, Alemania, España, Portugal, Bélgica, Canadá, e incluso tan lejos como Ceilán, Madagascar y China. En Italia, cientos de ciudades fueron visitadas por imágenes peregrinas de la Virgen de la misma manera que el Gran Retorno francés. El 11 de mayo de 1947, más de 100,000 personas se reunieron en Milán para recibir a la Madonna viajera con una devoción sin precedentes y de fervor católico. Final del “Grand Retour” En suma, el Grand Retour fue una misión y una cruzada. Representó el comienzo de un renacimiento del catolicismo medieval francés con su espíritu de cruzada y el rechazo a la Revolución Francesa y a sus errores. Todo sobre el Grand Retour parecía indicar que fue el medio que la Divina Providencia escogió para volver a cristianizar Francia y, por medio de la hija primogénita de la Iglesia, al mundo entero. Trágicamente, esto nunca pasó. El 29 de agosto de 1948, las cuatro imágenes que viajaban convergieron al santuario de Boulogne-sur-Mer por última vez, dando de facto por acabado el Grand Retour. ¿Por qué este movimiento, la manifestación de piedad más grande de la historia, terminó tan prematuramente? En parte, porque los católicos no correspondieron a la gracia del Grand Retour como debían. Millones de franceses regresaron a la fe, pero otros millones no. Adicionalmente, la mayoría de obispos franceses y del clero llano tampoco respondieron ni promovieron el Grand Retour como era su deber. Muchos de ellos eran creyentes del falso “ecumenismo” y no gustaban de procesiones o de actos públicos de piedad. Otros apoyaban las tendencias modernistas, progresistas e incluso tendencias socialistas halladas en la Acción Católica, Jeunesse ouvrière chrétienne (Juventud Obrera Cristiana), el Movimiento Litúrgico y el Movimiento de Sacerdotes Obreros y, por lo tanto, no veían con buenos ojos la espiritualidad católica tradicional en general, mucho menos una cruzada mariana como el Grand Retour. El cardenal Achille Liénart de Lille (que por su apoyo público a causas socialistas se ganó el apodo de “el obispo rojo”) resumió la actitud general de gran parte del clero. No prohibió el Grand Retour completamente en su diócesis, pero escribió una fría carta a los organizadores: “Creo que este largo viaje que empezó en Lourdes en 1943 y el cual, sin duda, ha hecho un gran bien, no debe continuar indefinidamente. A fin de proteger su efectividad y vigor, no deben transformarla en una institución permanente. Por lo tanto, deseo el retorno de esta imagen sin demora a Boulogne de donde provino”.6
¿Debemos esperar un “Grand Retour” en el futuro? Pero este no es el fin de la historia. Más que nada, la historia de Nuestra Señora del Grand Retour debería darnos una esperanza sin límites para el futuro. Plinio Corrêa de Oliveira se enteró del Grand Retour durante su viaje a Europa en 1952. Como esclavo de la Santísima Virgen conforme al método de san Luis de Montfort, estaba muy interesado en ello. Era obvio que el mundo no se convertiría incluso después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Como devoto de Nuestra Señora de Fátima, él estaba convencido de que otro castigo aún más terrible vendría. Recurriendo a las palabras de Nuestra Señora de Fátima y a los escritos de san Luis de Montfort, Plinio Corrêa de Oliveira planteó la hipótesis de que este castigo se caracterizaría por la confusión en la Iglesia y una tremenda persecución contra los católicos. Después de sufrir este terrible castigo, empezaría una “era de paz” como lo predijo Nuestra Señora de Fátima. Este “Reino de María” no puede venir sin muchas, muchísimas conversiones. Conversiones totales, como fue la de san Pablo. Conversiones no apenas de individuos, sino de naciones enteras. Necesitamos una gracia particular de la Santísima Virgen, una gracia análoga a la que recibieron los apóstoles en Pentecostés. Así como a ellos les fue imposible predicar y convertir a todas las naciones sin la venida del Espíritu Santo, nadie tendrá la fuerza para construir el Reino de María sin una gracia especial. Y ella será completamente inmerecida, así como Pentecostés fue inmerecido para los apóstoles, que abandonaron a Nuestro Señor durante la Pasión. San Luis de Montfort alude en sus escritos a esta gracia de conversión. Plinio Corrêa de Oliveira desarrolló toda una teoría a su respecto y a esa futura gracia la llamó Grand Retour. Fundamentalmente, el Grand Retour es nuestra gran esperanza para el futuro. Tenemos la esperanza de que la Santísima Virgen nos perdonará, nos curará, convertirá al mundo e inaugurará el reino de su Inmaculado Corazón. Y lo más importante de todo es que tenemos que permanecer en nuestros puestos, batallando con todas nuestras fuerzas, hasta el día en que María vendrá.
Notas.- 1. L. Devineau, Dans le Sillage de la Vierge, Societé St. Paul, 1963, p. 36. 2. L. Devineau, p. 62. 3. L. Devineau, p. 64. 4. Louis Perouas, Le Grand Retour de Notre-Dame de Boulogne à travers de la France (1943-1948) – Essai d’interprétation, in Archives de sciences sociales des religions, nº 56/1, 1983, p. 42. 5. L. Devineau, p.26. 6. Louis Perouas, Le Grand Retour de Notre-Dame de Boulogne à travers la France (1943-1948) – Essai de reconstitution, in Annales de Bretagne et des pays de l’Ouest, t. 90, nº 2, 1983, p.178.
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