«Los pecados que llevan más almas al infierno son los pecados de la carne», así lo reveló la Santísisma Virgen a la pequeña vidente de Fátima, la bienaventurada Jacinta Marto. Sin duda uno de los efectos sociales más devastadores de la difusión de ese pecado es la propagación del aborto. Estando en curso en el país una gran controversia sobre los efectos abortivos de la llamada «píldora del día siguiente», juzgamos oportuno dar a nuestros lectores la opinión de la Santa Sede sobre el tema, completada con un análisis de sus posibles consecuencias para el caso peruano.
En nuestro país, algunos afirman que el levonorgestrel de 0.75 mg. no es un abortivo. Si esto fuera verdad, la condenación de la Academia Pontificia para la Vida no sería aplicable a la autorización dada por el Ministerio de Salud para expender dicho fármaco. Los datos que siguen permitirán a nuestros lectores una mejor comprensión del caso y de sus consecuencias morales, en la perspectiva —cada vez más actual— del Mensaje de Fátima. El Dr. Jorge Avendaño, Presidente de la Comisión Consultiva del Ministerio de Justicia, sostuvo en una entrevista periodística: “La píldora del día siguiente es anticonceptiva y su efecto es impedir que el espermatozoide se encuentre con el óvulo”. Por tanto, no eliminaría ninguna vida humana, ni atentaría contra la ley.1 Pero otro miembro de la misma Comisión, el Dr. Marcial Rubio, declaró que “el informe que envía el Ministerio de Salud no es exacto. Si esta nueva vida nace cuando se juntan el óvulo y el espermatozoide, y esa píldora impide que el óvulo se anide en el útero, entonces lo está matando”.2 ¿Quién tiene la verdad? Observando las tácticas de los movimientos pro-aborto del mundo, vemos que cuando ellos promueven ciertos medios “anticonceptivos” que de hecho son abortivos, lo hacen sabiendo que la gran mayoría de personas está contra el aborto y no estaría dispuesta a usar esos “métodos” si supiera cómo actúan en realidad. Por ello han adoptado, entre otras tácticas, la de afirmar que no interrumpen el embarazo, pues éste sólo comenzaría con la implantación del “óvulo fecundado” en la matriz. Es decir, se ha inventado un nuevo significado de la palabra “embarazo” que se acomoda a sus intenciones: decir que la mujer no está encinta, aunque ya haya habido fertilización. Pero la ciencia nos dice que al ocurrir ésta, se forma un nuevo ADN, lo cual significa que hay una nueva vida, tal como muestra la Academia Pontificia para la Vida. Sin embargo, los heraldos del libertinaje sexual insisten en que la fertilización aún no es embarazo. Lamentablemente la Sra. Pilar Mazzetti Soler, ministra de Salud, adhiere a esta posición,3 al decir que “Médicamente el embarazo se define desde el momento en que el embrión se implanta en la superficie del útero. Un aborto es interrumpir este proceso...”. Sin embargo, tuvo que rendirse ante los imperativos del sano juicio al añadir que “La fecundación difiere del embarazo. Es el momento en que el óvulo se une con el espermatozoide y los dos pequeños núcleos que tiene cada uno se juntan en uno solo. A partir de ahí comienza la vida”.4 Ella reconoce, pues, que la vida empieza antes de su peculiar definición de embarazo. Pero, en vez de reconocer que, por lo tanto, los “anticonceptivos” abortivos deben ser prohibidos, la Ministra busca otra salida: Negar que el fármaco tenga el polémico tercer efecto que le atribuyen sus mismos fabricantes, tal como lo hizo en una entrevista al diario “El Comercio”: EC: ¿En la comunidad científica el consenso es que el AOE no es abortivo? PM: Así es. La información más reciente lo avala. La previa no contaba con todos los elementos, no se había hecho un trabajo en mujeres, sólo en animales”.5 Es decir, supuestamente estaría demostrado que el efecto abortivo de la píldora no existe. Lo contradictorio es que los mismos laboratorios que la producen y comercializan advierten esta propiedad antianidatoria en la información que acompaña a las pastillas y en sus páginas web.6 Así también lo hace la máxima autoridad norteamericana en salud (Food and Drug Administration-FDA).7 Es decir, la señora ministra parece tener datos que los mismos laboratorios no conocen... Incluso hay estudios recientes que muestran que el límite del efecto que se atribuía al fármaco (tres días) es inexacto: pueden usarse hasta el quinto día,8 razón por la cual casi todos los sitios web que lo promueven suministran este dato. Por ello observa la Dra. Maíta García Trovato, Directiva de la Federación de Asociaciones Médicas Católicas de América Latina: “Si el espermatozoide puede sobrevivir por 24 horas, y el AOE puede ser aplicado 96 ó 120 horas después de tener relaciones, es obvio que la AOE no actúa solo contra el espermatozoide o el óvulo solos. Ahí está actuando sobre el embrión”.9 Entonces, ¿en qué estudios se basa la ministra? A la fecha no ha dado al público una información exacta. Según la agencia de noticias católica ACI, la Dra. Mazetti se apoya en una sola investigación, hecha en un hospital de Suecia en el año 2002, sobre doce mujeres... Otros médicos invocan experimentos realizados en Chile en los años 2003 y 2004, “pero éstos no fueron realizados en mujeres sino en ratas y doce monas respectivamente”.10 Ambos casos sumados, del punto de vista estadístico, son totalmente insuficientes.11 Cabe pues preguntarnos ¿Qué es lo que lleva a querer engañar a las personas e inducirlas a que consuman el controvertido fármaco? ¿Será sólo un interés comercial? ¿O hay por detrás otro designio, la promoción del hedonismo como medio de establecer una sociedad sin Dios, sin familia y sin moral, donde ya no importe matar niños con tal de que el libertinaje sexual prevalezca? ¿Y qué relación tiene esta promoción con los “errores de Rusia”, cuya propagación previó la Santísima Virgen en Fátima? De nuestra parte nos cabe oponernos, en toda la medida de lo permitido por las leyes de Dios y de los hombres, a esta mal disimulada matanza de inocentes, y prevenir así un pecado colectivo que desafía a Dios y expone a quienes lo cometen a la justa reprobación divina.
Notas.- 1. El Comercio, 14-6-2004. Todos los destaques en los textos citados son nuestros.
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