Tema del mes El Mensaje de Fátima, ese desconocido

ANTONIO AUGUSTO BORELLI MACHADO

No es fácil discernir lo que el mensaje de Fátima tiene de medular. Revelado poco a poco por expreso deseo de la Santísima Virgen o por determinaciones humanas, es tan rico en aspectos relevantes que, conforme la índole propia de cada alma, esta se detendrá sea en uno, sea en otro de esos aspectos, sin fijarse en ninguno como su substrato fundamental.

Ahora bien, cuando en un determinado asunto no se discierne el punto esencial, la comprensión del mismo queda gravemente perjudicada. En esas condiciones, se puede decir que el mensaje de Fátima es desconocido del grueso del público, inclusive del público devoto, en lo que este tiene de más propio para mover las almas.

El presente artículo está escrito en la suposición de que el lector tiene un conocimiento al menos genérico de las apariciones, así como de los diversos aspectos que componen el mensaje, en particular los trechos más significativos de las cuatro principales Memorias escritas por la privilegiada vidente, la Hna. Lucía, muy en particular el contenido de los así llamados tres secretos.

En realidad es un secreto único constituido por tres partes distintas, las dos primeras dadas a conocer en 1941, y la tercera escrita el 3 de enero de 1944.

En síntesis, la Santísima Virgen dice que la sociedad humana se encuentra en tal oposición a las vías de Dios que, caso no se enmiende, un gran castigo se abatirá sobre el mundo, reduciéndolo a ruinas. Para ser preciso, “medio en ruinas”, lo que nos da la esperanza de que preciosos monumentos de la Cristiandad serán preservados.

Además, como Madre misericordiosa, la Santísima Virgen no se limita a anunciar el castigo: ella señala los medios que los hombres pueden emplear para evitarlo. Indica medios tradicionales, válidos para cualquier época histórica, y acciones concretas aplicables a nuestros días.

Oración y penitencia

Los tres pastorcitos, después de la visión del infierno, manifiestan en sus fisonomías el susto por lo que vieron.

Comenzando por los tradicionales, no podrían ser otros sino aquellos mismos ya pregonados por su Divino Hijo en el Evangelio: oración y penitencia.

Y para estimular a los tres pequeños videntes —Lucía (diez años), Jacinta (siete años) y Francisco (nueve años)— a que se involucren en esa vía, les muestra el infierno, a donde van las almas de los que mueren impenitentes (primera parte del Secreto). Además, les habla de guerras que producirán ruinas muy grandes —varias naciones serán aniquiladas (segunda parte del Secreto)— y persecuciones a los buenos, los que serán martirizados a los pies de una Cruz.

Y por el célebre principio enunciado por Tertuliano, según el cual la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos, la sangre de los mártires de los tiempos actuales no se perderá, filtrándose inútilmente en la tierra. Para que esto no suceda, esa sangre es recogida con regadores de cristal por dos ángeles colocados bajo los brazos de la Cruz, y enseguida derramada sobre hombres ignotos que se van reaproximando de Dios (tercera parte del Secreto). Con estos restos de la humanidad que misteriosamente se escabulleron desapercibidos al margen del enfrentamiento entre buenos y malos que ocurría a su alrededor, se reconstituirá la civilización cristiana del futuro, como continuidad de la civilización cristiana medieval destruida por la revolución anticristiana (véase Plinio Corrêa de Oliveira, Revolución y Contra-Revolución, Tradición y Acción, Lima, 2005).

Las perspectivas apocalípticas aquí enunciadas parecerán a más de un lector fruto de alguna mente visionaria.No obstante, terminan con una perspectiva muy coherente y plena de sentido. La propia Santísima Virgen la anuncia (al final de la segunda parte del Secreto): “¡Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará!”.

¿Habrá el lector entendido bien el alcance de esta afirmación? El triunfo de María implica el triunfo de su Divino Hijo, en plena concordancia con la profecía enunciada hace tres siglos por San Luis Grignion de Montfort. Según él, ¡el Reino de Cristo se establecerá, ipso facto , en esta tierra, con el triunfo del Inmaculado Corazón de María! (cf. Tratado de la Verdadera Devoción, nº 217).

Laicismo, para no decir ateísmo…

El laicismo y la descristianización que penetran a fondo la sociedad occidental, se refleja en las leyes inicuas, promovidas implacablemente por tantos políticos, organizaciones y gobiernos anticatólicos.

Ahora bien, el proceso revolucionario que se desencadenó al final de la Edad Media intentó —y lo consiguió, a través de etapas y métodos diversos— minar la unidad de la Iglesia e introducirse hasta en su seno, llevando a la sociedad humana a descristianizarse, al punto de diseminar el principio de la laicidad del Estado por toda la Cristiandad.

Según este principio, el Estado se proclama oficialmente laico en materia de religión, sin pronunciarse sobre cuál es la religión verdadera y concediendo la libertad de culto a toda agrupación religiosa.

En esta concepción, aparentemente neutral en materia de religión, el Estado solo intervendría para mantener el orden público. Sin embargo, esta pretendida neutralidad religiosa del Estado laico no pasa de una falacia. En la práctica, los hechos se dan de modo muy diferente.

Como mostró el Papa León XIII en la encíclica Immortale Dei, del 1º de noviembre de 1885, “en la situación política que muchos preconizan actualmente existe una tendencia en las ideas y en la acción a excluir por completo a la Iglesia de la sociedad o a tenerla sujeta y encadenada al Estado.

[...] En materia religiosa, pensar que las formas de culto, distintas y aun contrarias, son todas iguales, equivale a confesar que no se quiere aprobar ni practicar ninguna de ellas.

Esta
actitud, si nominalmente difiere del ateísmo, en realidad se identifica con él(nos 35 y 37).

Así, en la realidad de los hechos, del pretendido indiferentismo religioso preconizado por el estado laico se pasa al ateísmo tout court. Y de este a una persecución religiosa ostensiva, con la intención de remover de la legislación del estado laico todos los principios de la moral natural y de la teología católica, con la admisión del aborto, de la eutanasia, de la ideología de género, etc.

Apostasía silenciosa de los católicos

Pero ocurre algo en cierto sentido más grave. ¡Si al menos las poblaciones católicas se mantuvieran inmunes y firmes en la observancia de la moral y de la doctrina en que fueron formadas!...

El efecto práctico de la implantación del Estado laico/ateo es el deslizamiento paulatino de las filas católicas para la aceptación de situaciones totalmente condenadas por la moral católica, como las relaciones prematrimoniales, seguido, en la mejor de las hipótesis, después de algún tiempo, de la realización del matrimonio en la Iglesia. En un gran número de casos, la intención de casarse en la Iglesia queda postergada para las calendas griegas… Tal fenómeno corresponde a lo que está siendo llamado —y de hecho lo es— una “apostasía silenciosa” (cf. Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, 28 de junio de 2003, nº 9), que afecta a todos los campos de la vida católica, ¡inclusive la propia liturgia! “Ciertos aspectos de la cultura de masa post moderna —contrariamente a ciertas batallas ideológicas hijas del Iluminismo, que permanecieron como patrimonio de élites muy restringidas durante todo el siglo XIX y parte del siglo XX— llevan a reconocer influencias externas muy difusas sobre la liturgia, y que son propiamente no-cristianas o directamente anticristianas” (Giannicola D’Amico, Il canto gregoriano: itinerario storico-giuridico, in Alla scuola del canto gregoriano, a cura di Fulvio Rampi, Musidora, Parma, 2015, p. 168).

Aborto, eutanasia, “matrimonio” homosexual: legislación del estado laico contra los principios de la moral natural y de la teología católica.

No hablar del castigo para no asustar…

En esta perspectiva concreta y realista, sorprende que muchos de entre los más denodados propagandistas de Fátima omitan este aspecto fundamental. Sobre todo en la jerarquía eclesiástica, donde tantos estimaron que el anuncio de un castigo tan grande “asustaría a mucha gente”… Sin duda, muchos se asustarían.

Sin embargo, por otro lado —¡fenómeno auspicioso!— crece poco a poco el número de los que perciben el desconcierto general que afecta al mundo moderno, y habiéndose creado una situación tan desprovista de remedio humano, piensan que, sin una intervención extraordinaria de la Providencia, ¡esa no tiene arreglo! La originalidad del mensaje de Fátima es justamente esta: la Santísima Virgen vino para anunciar al mundo que Dios preparó una salida divina para una situación humana sin salida.

Ella envuelve una alternativa drástica: a) o el mundo moderno se convierte, hace penitencia y entonces el castigo es apartado; o, b) no se convierte y será castigado con una destrucción de proporciones apocalípticas.

Pero en esta alternativa se discierne la misericordia divina: una nueva civilización auténticamente católica se reconstituirá sobre los escombros del mundo laico y ateo, que hoy nos constriñe.

Fátima se revela un mensaje de esperanza que supera en gran medida la tragedia que anuncia...

Los males terribles que acarrea el divorcio Nuestra Señora de la Guardia: Patrona de Génova
Nuestra Señora de la Guardia: Patrona de Génova
Los males terribles que acarrea el divorcio



Tesoros de la Fe N°176 agosto 2016


El Mensaje de Fátima Ese desconocido del gran público
Nº 176 - Agosto de 2016 – Año XV Los males terribles que acarrea el divorcio El Mensaje de Fátima, ese desconocido Nuestra Señora de la Guardia Patrona de Génova Parábolas de las diez vírgenes y el rico Epulón San Juan Eudes Precursor de la devoción a los Sagrados Corazones La gracia divina antes de la venida de Cristo El palacio de Luxemburgo



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