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«El combate espiritual», del teatino Don Lorenzo Scupoli, escrito a fines del siglo XVI, es uno de los más famosos tratados de vida espiritual. San Francisco de Sales, también maestro en esta materia y Doctor de la Iglesia, lo llevó consigo durante 18 años, le leía diariamente y lo recomendaba a las personas que dirigía. Aunque escrito hace más de 450 años, conserva una actualidad impresionante. Para provecho de nuestros lectores, transcribimos aquí algunos trechos de su primer capítulo.
“La vida espiritual consiste en conocer la infinita grandeza y bondad de Dios, junto a un gran sentido de nuestra propia debilidad y tendencia hacia el mal; en amar a Dios y en detestarnos a nosotros mismos, en humillarnos no sólo delante de Él, sino, por su causa, también delante de los hombres; en renunciar enteramente a nuestra propia voluntad para hacer la suya. Consiste, finalmente, en hacer todo sólo por la gloria de su santo Nombre, con un único propósito —agradarle— por un sólo motivo: que Él sea amado y servido por todas sus criaturas. ... Por eso, es necesario luchar constantemente contra sí mismo y emplear todas las fuerzas para arrancar toda inclinación viciosa, incluso las triviales. Consecuentemente, para prepararse al combate la persona debe reunir toda su resolución y coraje. Nadie será premiado con la corona si no hubiese combatido con todo coraje. Aquel que tenga el coraje de conquistar sus pasiones, controlar sus apetitos y rechazar hasta las mínimas mociones de su voluntad, practica una acción más meritoria a los ojos de Dios de que si, sin eso, rasgase sus carnes con las más agudas disciplinas, ayunase con mayor austeridad que los Padres del desierto, o convirtiese a multitudes de pecadores. Lo que Dios espera de nosotros, sobre todo, es una seria aplicación en conquistar nuestras pasiones; y eso es más propiamente el cumplimiento de nuestro deber de que si, con incontrolado apetito, le hiciésemos un gran servicio. Para obtener eso, se debe estar resuelto a una perpetua guerra contra sí mismo, comenzando por armarse con las cuatro armas sin las cuales es imposible obtener la victoria en este combate espiritual. Esas cuatro armas son: desconfianza de sí mismo, confianza en Dios, apropiado uso de las facultades del cuerpo y del alma, y el deber de la oración”. The Spiritual Combat - And a Treatise on Peace of Soul, TAN Books and Publishers, Rockford, Illinois, 1990, pp. 4 y ss.
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Las Apariciones del Ángel de Fátima |
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El “cuarto vidente” de Fátima EN REALIDAD, el pueblo portugués recién tomó conocimiento de las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima el día 23 de julio de 1917, a raíz de una publicación en el diario 'O Século' (El Siglo) de Lisboa, bajo este malévolo o al menos tendencioso título: 'Una embajada celestial… ¿especulación financiera?'... |
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Un castillo de ensueño El castillo de Esclimont, entre Versalles y Chartres, al oeste de París, es una joya que brilla en todo su esplendor con las ropas de otoño... |
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Pedro, cabeza de la Iglesia Muchas veces, manifestó Jesús que elegía a Pedro como cabeza de su Iglesia... |
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Ad te levavi oculos meos Inciertos, como todo el mundo, sobre el día de mañana, elevamos nuestros ojos en actitud de oración hasta el excelso trono de María, Reina del Universo. Y al mismo tiempo afloran a nuestros labios, adaptadas a Ella, las palabras del salmista dirigidas al Señor: Ad te levavi oculos meos, quae... |
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¿Por qué existe el mal? Uno de los problemas que más angustiaron a la humanidad en todos los tiempos, y que solo encuentra una solución satisfactoria con el Cristianismo, es el de la existencia del mal. ¿De dónde procede el mal? ¿Cómo pueden la bondad y la omnipotencia de Dios conciliarse con la existencia del mal? ¿Si Dios podía impedir el mal y no lo quiso impedir, dónde está su bondad? ¿Y si Dios quería impedir el mal y no puede, dónde está su omnipotencia? En ambos casos, ¿dónde está su Providencia?... |
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